Es un cementerio pequeño, con un puñado de tumbas, muchas con los apellidos repetidos de las pocas familias del pueblo. El escritor Jorge Semprún, fallecido el martes en su casa de París, recorrió este domingo por última vez los ochenta kilómetros que separan su domicilio parisiense de la localidad de Garentreville, donde su familia dispone de una casa de campo desde hace años, y fue enterrado en ese cementerio casi de juguete, en la misma tumba donde reposa su esposa Collette, tras una ceremonia íntima.
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Sólo acudió un centenar de personas, los familiares más cercanos, el círculo de amigos más estrecho de Semprún, llegados de un lado y del otro de los Pirineos. Entre ellos, el expresidente Felipe González, o el cineasta Costa-Gavras. A las once, un oficiante pidió a los presentes rodear al féretro del escritor. Entonces, alguien colocó encima una corona de flores y una bandera de la República. Se cerraba la historia, pues: el adolescente hijo de republicanos que se exilió en Francia a los 15 años iba a ser enterrado en ese mismo país con la bandera de este régimen derrotado al que nunca dejó de pertenecer.